Este es un ambicioso proyecto que inició en el 2014 el Laboratorio Oceanográfico y Meteorológico del Atlántico (AOML por sus siglas en inglés) de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos (NOAA). Utilizando planeadores autónomos no tripulados, los científicos pueden medir, con sensores, la salinidad, temperatura y oxígeno del océano. Estos aparatos, en funcionamiento desde 2015 en aguas puertorriqueñas, envían en tiempo real datos valiosos durante 6 meses, para mejorar el pronóstico de huracanes. Aunque otros instrumentos, como satélites y boyas oceánicas, ayudan para tratar de pronosticar la frecuencia y fuerza de los huracanes en la región, los planeadores pueden proporcionar información que de otra manera fuera imposible.
No utilizan propulsión, están diseñados para hundirse y flotar, hasta cuatro veces al día, con un sistema interno que aumenta su masa utilizando aceite. Sus aletas proporcionan un empuje hidrodinámico, que permite que el aparato se desplace hasta 20 kilómetros en un día. En el centro de comando en Miami Florida, los pilotos pueden hacer correcciones de curso en tiempo real cuando el aparato sale a la superficie, además de enviar toda la data recopilada en cada descenso, vía satélite. Tiene una batería de litio que puede durar hasta seis meses sin ser recargada, que además funciona de especie de timón, modificando la inclinación del planeador según instrucciones de los pilotos y desplazándola hacia los lados dentro del aparato.