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El fruto de un incesto: "Ese animal que me dio la vida es padre de mi hijo".



El trayecto fue largo y peligroso, pero valió la pena. A casi 70 kilómetros de la capital se encontraba él. Jugaba con un carrito destartalado, y en cuanto se percató del vehículo que llegaba a su casa, se echó a correr. De inicio no se le vio el rostro, pero una corazonada hizo suponer que ese niño de cuatro años era el fruto de un incesto cometido en esa comunidad. LISTÍN DIARIO andaba tras la historia. Así fue. Luego de saludar a los ‘intrusos’ reporteros que fueron a hurgar en su memoria, su abuela lo confirmó. Tímida, pero decidida a contar lo sucedido hace cuatro años, sacó dos deterioradas sillas para juntarlas con las otras dos que había frente a su empobrecida casa.

“Sí, ese es el niño. Uno lo quiere con pena. Ya está aquí, qué vamos a hacer”, cuenta con más ganas de llorar que de seguir hablando sobre el abuso sexual del que fue víctima por parte de su padre su hija cuando apenas tenía 15 años.

Con la misma blusa que llevaba, diluida por las tantas posturas, se secó las lágrimas para poder continuar con lo que había comenzado: la historia del fruto de un incesto. “A Dios que me perdone. Se lo pido siempre. ¿Pero le digo la verdad? Si yo hubiese sabido que esa criatura era del propio papá de mi hija, yo no dejo que ella la tenga”, dice con evidente dolor.

Hoy no solo tiene que sufrir en carne propia el peso de la desgracia que produce un incesto. También tiene la responsabilidad de criar al pequeño. Su madre lo abandonó a los dos días de nacido. “Y yo no la culpo. Pero me molesta que ella nunca me contó que era de él. Fue a los tres días de parida que me enteré. Creía que era de un enamoradito que tenía por ahí. Por eso cuando le conté a su papá que ella estaba embarazada, lo único que dijo fue: ‘Qué pasa, ella no es una mujer hecha y derecha’. Me lo encontré raro, pero me sentí mejor porque así no me la maltrataba. Porque usted sabe cómo es que son los hombres cuando pasa eso. Y mire, ya el maltrato estaba hecho”, narra la abuela de apenas 36 años.

La madre y hermana del infante, hoy de 19 años, vive en una comunidad cercana, con su abuela materna. El padre y abuelo del niño se fue de Villa Altagracia y jamás ha vuelto. “Nos han dicho que vive en San Juan, pero ni su familia ni la mía quiere verlo jamás”, cuenta la señora que prefiere mantener en secreto su identidad.

“Tengo que reír con él ahora porque cuando crezca lo tendré que acompañar a llorar”

Aunque los nombres en esta historia brillan por su ausencia, de verdad que no hicieron falta. En ella abunda la tristeza que parece ser al menos el apodo común entre la familia. Sus rostros lo dicen todo. No es frecuente conocer tan de cerca el desgarrador hecho de un niño que biológicamente en su madre tiene a una hermana y en su padre a un abuelo.

Y sí. Se estaba frente a este caso. ¿Difícil de contar? Mucho, pero había que hacerlo aunque las lágrimas mojaran el traje de periodista que se suele llevar para hechos de esta naturaleza. Bien, tocaba reponerse. ¿Y dónde queda la casa en la que vive la madre? Era la pregunta obligada. “No está lejos de aquí”, contestó la abuela del niño de cuatro años que nació fruto del abuso sexual que cometió un padre contra su hija de 15 años.

Era cierto. En lo que tiene que ver con distancia en cuanto a trayecto, estaba bien cerca, pero en lo que se refiere a la lejanía sentimental, ella estaba a ‘cien años luz’ de su hijo-hermano. La madre de la joven que hoy tiene 19 años, se ofreció a acompañar al equipo de LISTÍN DIARIO hasta el lugar. La noche comenzaba a asomarse, pero el interés de escuchar de la propia víctima la historia, no se perdía en el empedrado camino. 

Marta Quéliz
martha.queliz@listindiario.com
Villa Altagracia