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Reclusos dominicanos que aprenden oficios y trabajan.


Algunos centros de reclusión no se han limitado a que los acusados de delitos penales cumplan una condena. Muchos han permitido que reos realicen una carrera universitaria, o que aprendan un oficio técnico. Esa capacitación técnica que han recibido en la misma cárcel está garantizando a muchos reos obtener ingresos para su manutención, y la de familiares, e incluso, pagar los estudios universitarios que realizan, porque desempeñan una labor que está siendo remunerada. Los centros de corrección de Najayo-Hombres, de San Cristóbal, y Rafey, de Santiago, son dos ejemplos de las oportunidades que tienen los reclusos de prepararse y de regenerarse, para cuando obtengan la libertad puedan insertarse sin dificultades al ámbito laboral, siempre que muestren disposición para aprender y trabajar durante el cumplimiento de la condena.

Ese trabajo lo hacen los internos a través de talleres de ebanistería, artesanía, pintura, tapicería y de mecánica, así como en granjas, peluquerías, barberías, huertos, panaderías, zapatería, agricultura y otras labores. Fernando Santana es el maestro del taller de ebanistería en la cárcel de Najayo, cuyo oficio aprendió en cursos que hizo en el centro. Sostuvo que ni siquiera sabía cómo se prendía una máquina de las que ahora utiliza.

“El centro le da la oportunidad a uno, siempre y cuando quiera echar para adelante y cambiar”, afirma. Tuvo la oportunidad de enseñar a compañeros de prisión y algunos que salieron instalaron su propio taller y lo esperan a él para trabajar juntos, según narró. Indicó que con los ingresos que percibe ayuda a su familia. “Siempre se pica, porque el centro siempre gestiona la forma de que uno haga algo”, manifestó. Enfatiza que el centro le da la oportunidad, pero que algunos aprenden, y otros no. Contó que ha visto algunos volver al centro tres y cuatro veces, porque reinciden.

Su propósito es montar un taller de ebanistería. Con 48 años de edad, lleva 10 años de prisión, de una condena de 20 años por violencia de género. Braulio Pérez, quien lleva seis años en prisión en Rafey Hombres, contó que aprendió a trabajar la artesanía en madera en el centro, a través de los cursos que imparte el Instituto de Formación Técnico Profesional (Infotep). “Cualquier cosa que usted se imagine en madera, nos transmiten la idea y nosotros la hacemos”, señaló.

Dijo que con ese trabajo paga la carrera de sicología y a veces le envía dinero a su esposa. Sostuvo que está haciendo un ahorro. “Tenemos la expectativa de continuar esto cuando salgamos, tratamos de aprovechar al 100% las cosas positivas, estamos aprovechando el tiempo al máximo”, expresó. Fue condenado a 30 años por homicidio, pero la corte anuló esa pena y dispuso un nuevo juicio. Antes de ingresar a la cárcel, tenía un taller de desabolladura y pintura y cursaba el quinto semestre de arquitectura en una universidad privada.

Cree que si Dios le da la oportunidad no defraudará a su familia y la sociedad. Entiende que el ser humano tiene derecho a cambiar y que el hecho de estar allí lo lleva a reflexionar. Otro que labora en el taller de mecánica de Najayo, que prefirió no dar su nombre, expresó que reciben los vehículos por cita, si tienen el espacio y disponibilidad, a través de la dirección del centro. Refirió que el servicio es limitado porque no tienen la facilidad de los talleres de afuera, por el sistema de seguridad, al igual que el precio que también suele ser inferior. Percibe un promedio de 3,500 pesos semanal, de los cuales le aporta 10% al centro. Pero enfatiza que hay semanas en que no hacen nada.

Precisó que allí trabaja el que reúna el perfil exigido, especialmente un buen comportamiento. Tiene 42 años de edad y solo le faltan dos años para cumplir una condena de 10 años por asociación de malhechores.


EN RAFEY
Trabajan más de 200 internos, 68 vía nómina de la Procuraduría, que le da un cheque al centro y éste deposita los recursos en un fondo a cada interno, precisó su director, José Féliz. Señaló que pueden usar el dinero en el centro a través de tiques, o autorizar que se entregue a familiares. No pueden manejar efectivo. Hay recluidos 650 reos.

EN NAJAYO
Cerca de 100 reos hacen trabajo remunerado. La directora, Yeni Hernández, puntualizó que el trabajo se realiza de 9 de la mañana a 5 de la tarde, con dos tandas. Enfatizó que aunque les interesa que los internos reciban ingresos para aportar a sus familiares, también les motiva que sirva como terapia ocupacional, para que no estén en ocio. Allí hay 1,643 internos.

COMERCIALIZACIÓN DE LOS ARTÍCULOS
Los objetos fabricados son vendidos en los mismos centroa los días de visitas y en ferias fuera. También realizan trabajos por encargo. Los materiales que utilizan los compran a través de la administración de los centros y a los recintos de reclusión les aportan el 10 por ciento de los ingresos que perciben.



Wanda Méndez
Santo Domingo